domingo, 7 de junio de 2009

LAURA Y LAS OLAS

Aquella, una mañana rota,
Laura desperdigaba, amargo,
todo su desconsuelo;
al abrir las sábanas rosas,
el matiz se había ido.
Enarboló su figura
frente al más negro dolor.
No lloró, jamás lo hacía.
En su oscurecido sentido
la piel le estallaba en risas.
¡Olas! ¡Olas! ¡Obnubiladas olas!
Tanteó el ventanal fresco;
litros y más litros tronaban,
se empujaban.
¡Música de peces y de dioses!
Ahora, esta será su compañía,
su única conexión con estar viva,
lo demás ya lo ha perdido.
Allá, a lo lejos, la playa aguarda,
recoge un millón de miradas,
salvo la de Laura,
que ha desaparecido.


Juan Manuel Marinaro

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